jueves, marzo 29, 2007

La Memoria del Agua / Recuerdo de Frank R.



Hace unos días vimos en DVD la película ¿Y tú qué sabes?, que nos decepcionó y además no supimos reaccionar a tiempo y nos la tragamos hasta los créditos. Hubo empero un pasaje, relativo al pensamiento positivo, que nos hizo pensar:


“-El Dr. Emoto fue un japonés que en su investigación llamada 'El Mensaje del Agua', desarrolló una técnica usando un microscopio de gran alcance en una cámara muy fría junto con alta fotografía de la velocidad. El Dr. Masaru Emoto descubrió que los cristales formados en agua congelada revelan cambios cuando los pensamientos específicos, concentrados están dirigidos hacia ellos. Comienza fotografiando un agua de un pozo, la estructura muestra cierta forma y cómo cambia luego que el agua es bendecida por un monje zen, a algunas botellas de agua le pega un papel con la palabra Gracias, dejándola toda la noche, el cristal que se forma a nivel molecular toma formas maravillosas, y horribles con la palabra Te odio, muérete.

Imagina si los pensamientos le hacen eso al agua, qué nos hacen a nosotros”


El supuesto experimento parece interesante, si bien es verdad que respecto al agua se han dicho muchas cosas, algunas de las cuales han sido bastante polémicas, como el asunto de la homeopatía y el trabajo de Benveniste. Así lo relata Luís Alfonso Gámez en Científicos tramposos

"LA MEMORIA DEL AGUA

La homeopatía, demostrada

Un poder mágico del agua es la base de la homeopatía, práctica para la que se 'encontró' en 1988 un fundamento científico. Hace diecisiete años, el biólogo francés Jacques Benveniste publicó en la revista 'Nature' un trabajo en el que probaba aparentemente la capacidad del agua para recordar cualquier elemento que hubiera estado disuelto en ella. La homeopatía se basa en la disolución de una pequeña cantidad de una sustancia en agua, alcohol o lactosa hasta que no queda ni una molécula, ya que, para sus practicantes, el medicamento es «energéticamente más potente» cuanto más diluido esté el principio activo.

Esta idea, que choca contra la lógica y contra la química, tenía en el trabajo de Benveniste un soporte científico que se derrumbó en cuanto un grupo de expertos elegido por 'Nature' viajó hasta el laboratorio del investigador y detectó graves fallos metodológicos que invalidaban los sorprendentes resultados. Por si eso fuera poco, varios colaboradores de Benveniste estaban a sueldo de los laboratorios Boiron, la multinacional francesa de la homeopatía. Nadie ha vuelto a conseguir los resultados de Benveniste, que se disolvieron ante investigadores imparciales sin dejar rastro."


Lo que se decía en la película ¿Y tú qué sabes?, aparte de demostrar que el agua entiende japonés, coincide con lo que piensan los hindúes del Ganges: es un agua sagrada, debido en gran medida a los rezos que acumula de millones de devotos. Es un agua que sólo puede hacer bien. Decir esto del agua del Ganges a la altura de Benarés resulta arriesgado, cuando al salir de la ciudad es sencillamente séptica.

También he oído decir que, debido al radón o a algún otro elemento que impregna al Ganges en los Himalayas, nada puede contaminar estas aguas. Conocí incluso a un español, mi amigo Frank R., que bebió aguas del Ganges en Benarés. Cuando yo lo conocí tenía los intestinos enfermos, pero él aseguraba que no era de eso. Nos encontramos al acabar un curso de meditación Vipassana en los Himalayas. Cansados como estábamos después de diez días de silencio obligado, nos pasamos la noche entera charlando. Me dijo: “Ya sé que estás cansado y deseando acostarte, pero me interesa hablar contigo”. El hombre se había pasado cinco o seis años seguidos viajando por Asia, en los lugares más insospechados. Decía que fue uno de los últimos occidentales y una de las últimas personas en general que pudo contemplar los Budas de Bamiyán antes de su voladura por parte de los talibanes. Al cabo de tantos viajes, tenía los intestinos bastante fastidiados, así que decidió hacerse reconocer en un hospital de Daramsala. Daramsala, sede del gobierno tibetano en el exilio, es famosa en India por la calidad de sus hospitales, tanto de medicina tradicional como occidental. Cuando le entregaron los análisis el médico le dijo a Frank: “Enhorabuena. Sus intestinos son un homenaje a la biodiversidad. Tiene usted de todo: parásitos, amebas, hongos, bacterias, etc.”

Después de India, cuando asistí allí a unas jornadas de meditación Zen, hice por verle en Vitoria de donde él es, pero la madre me dijo que acababa de marcharse después de una breve visita. Luego él recaló en Málaga, de donde era su novia. Tomamos apenas un café mientras charlábamos durante menos de una hora.

Frank acostumbraba a cambiar de dirección electrónica a cada nuevo sitio que viajaba, costumbre curiosa, pues precisamente la mayoría preferimos conservar la misma dirección electrónica para estar localizable allá donde vayamos. La última noticia que recibí de Frank Robador fue desde un país en guerra del África ecuatorial, donde Frank, que colaboraba como geólogo con alguna ONG, pertenecía a un equipo que intentaba poner en pie un campo de refugiados sorteando serpientes venenosas y políticos locales corruptos. Así que si sigues vivo y, por casualidad, Frank, lees estas líneas, te envío un fuerte abrazo.

Los lectores de cuerpos

Mientras almorzábamos en Delhi me contaba Jorge la siguiente historia:

Había un anciano masajista ayurvédico en Benarés que daba masajes en un pequeño kiosco junto a las orillas del Ganges. Yo mismo tuve la oportunidad de que me diera un masaje magnífico, a mi parecer, el mejor que haya recibido. Era extremadamente delgado, parecía casi el Buda de la escultura aquella que lo retrata en sus años de ayuno, cuando apenas era algo más que un esqueleto. Sin embargo el masaje resultaba extrañamente enérgico. Entre tanto uno escuchaba el murmullo del río y las interminables y altisonantes discusiones de los barqueros gangeáticos, que por allí tenían su pantalán de botes.

Me contó Jorge que el anciano luego murió en una absurda caída en las escalinatas que conducían desde su kiosco al río. Muchos indios sueñan con ir al Ganges a morir, sueño que este anciano masajista en tan raro modo había cumplido.

También me dijo Jorge que un año antes, después de un masaje tan reparador como de costumbre, le había preguntado cómo le encontraba de salud. El anciano le respondió que bien, sólo que iba a padecer tal dolencia, pero que los cirujanos de nuestro país se lo iban a resolver sin problemas. Como puede comprenderse, Jorge se quedó sorprendido, sobre todo por el tono despreocupado con que el anciano le comentó el asunto. Y se quedó más sorprendido aún cuando el diagnóstico o el vaticinio se reveló como cierto, así como la cura anunciada, afortunadamente, también. Y no es que el anciano masajista fuera capaz de predecir el futuro sino que más bien, por prodigioso que pueda parecer, era capaz de leer los cuerpos o la energía emanada de los cuerpos.

Hoy en día hay hasta libros sobre esta habilidad, como los de Calorine Myss. Y personalmente cuento con Mercedes, la masajista de shiatsu que atiende a toda la familia, cuyos diagnósticos son asombrosamente certeros. Todos estos casos parecen desafiar la lógica habitual, si bien es verdad que la lógica habitual es tan roma que cualquier cosa la desafía, sin ir más lejos los diagnósticos de los médicos tradicionales tibetanos y ayurvédicos. Los occidentales se quedan pasmados cuando nada más aparecer por la puerta de la consulta, estos prácticos son capaces de hacerles a simple vista una revisión bastante completa de su estado de salud.

Y no es que sean diestros en este arte sutil de leer las emanaciones energéticas de los cuerpos, sino que son capaces de leer signos físicos perfectamente catalogables, y que hasta un lego es capaz luego de identificar si se los explican.

Esto me recuerda a los cuentos sufis donde las aparentes videncias son explicadas luego en términos simplemente racionales, como lectura detectivesca de indicios

Además de la lectura intuitiva de energías y la visual de signos existe la “lectura táctil” que es algo así como un braille de las condiciones actuales del cuerpo.

En efecto, los buenos masajistas ayurvédicos así como los de shiatsu reconocen en los puntos y líneas energéticas del cuerpo la salud de los órganos internos. A estas líneas se las conoce en la cultura tradicional india como “nadis”, y a los puntos energéticos como “marmas”. Para descartar la existencia de tales centros y canales se ha aducido que la anatomía o la autopsia no los detecta, pero lo verdaderamente milagroso sería que los detectara, pues se trata de energía vital, cosa de lo que un cadáver usualmente carece. Para establecer una comparación, encontrar nadis o marmas en una anatomía o autopsia sería algo así como encontrar electricidad destripando un cable conductor separado de su fuente de alimentación. Por su parte, para atestiguar su existencia, hay importantes argumentos empíricos. Por ejemplo, ¿por qué en los ataques cardíacos duele el brazo izquierdo? Justo duele todo el meridiano cordial que recorre ese brazo hasta el dedo “corazón” precisamente. Igual ocurre con los otros órganos y meridianos. El masajista ayurvédico y el de shiatsu detecta de manera táctil los problemas que puedan manifestarse en esos puntos y líneas exteriores al órgano afectado. Al ser presionados ligeramente el paciente experimenta dolor en zonas que no han recibido golpes o han realizado movimientos intensos o bruscos. De modo significativo, es masajeando sabiamente esos centros y canales energéticos doloridos como se facilita la curación progresiva del paciente.

Caroline Myss establece en sus libros la ecuación de que la biografía se plasma en la biología. De ahí que los sanadores intuitivos sean capaces de “leer” las vidas de los pacientes en sus cuerpos, tanto el pasado como las tendencias de futuro. Le falta a esta autora llegar a la ecuación que sin duda circula en el otro sentido: La acción física puede plasmarse en la biografía. Con esta posibilidad, es en gran medida con lo que trabaja algún tipo de meditación, como la Vipassana, y también el Yoga. El meditador de Vipassana examina los “samkaras” o manifestaciones del inconsciente que se “almacenan” en las sensaciones de su cuerpo. Los maestros de Yoga son capaces de “leer” en la posición física de sus alumnos deficiencias estructurales que están asociadas al bienestar del cuerpo, o a la sensación de bienestar de la mente respecto al cuerpo. Por extraño que pueda parecer, el profesor de yoga experimentado puede conocer “desde fuera”, en algún sentido, aspectos físicos del alumno que éste, “desde dentro”, de momento desconoce. Y puede proponer soluciones mediante la práctica de ejercicios que mejoren no sólo sus condiciones físicas, sino también su sensación de bienestar. Durante este proceso puede producirse una manifestación en la conciencia o conocimiento. En este sentido el cuerpo es “el inconsciente” de cada persona. O dicho de otro modo, el “inconsciente” se “almacena” en el cuerpo.

También, por su parte, el maestro de meditación (sobre todo los de zazen), pueden “leer” en la postura meditativa de sus discípulos el estado actual de su mente. La posición de la barbilla, las manos o la espalda, sus movimientos por pequeños que sean en ocasiones dice más de la evolución en la mente del meditador que cualquier relato introspectivo que éste haga. A un nivel práctico, en cierto modo, los maestros de meditación Zen pueden ajustar la mente de sus discípulos corrigiendo la posición que adopta su cuerpo durante las meditaciones.

Volviendo al asunto de los diagnósticos ayurvédicos, en ocasiones el misterio reside más en la manera de expresar los fenómenos que en éstos mismos. Es como cuando se habla del “prana”, del “fuego”, de los “aires sutiles”, etc. para referirse tal vez a la energía, el metabolismo y la capacidad de movimiento, respectivamente, entre otros muchos conceptos. Cuando Ricardo se encontraba particularmente débil y vulnerable ante las enfermedades tras un largo y estricto retiro de meditación, acudió a la matriarca de una conocida dinastía de masajistas de Rishikesh. Tras un masaje ayurvédico, ésta determinó que sus trastornos provenían de “tener el ombligo fuera de su sitio”. Dicho así la cosa parecía relacionada con una cirugía estética o una liposucción poco afortunada. Quizá si la anciana se hubiera expresado en su lengua vernácula en vez de en su rudimentario inglés habría hablado de “fuego” o de “manipura”, y si lo hubiéramos dicho en nuestro lenguaje, habríamos mencionado trastornos o deficiencias gástricas o metabólicas. Tras algunos masajes, la práctica del Yoga y una dieta enriquecida con abundante fruta y yogurt, Ricardo recuperó rápidamente su vigor acostumbrado.

Otra habilidad de los prácticos ayurvédicos es la de “leer” o auscultar el pulso de sus pacientes. Tocan con la yema de los dedos las arterias de la muñeca. Y no se trata simplemente de que cuenten las pulsaciones, ni siquiera de que conozcan a través de ellas el estado del corazón o la circulación, sino que por el tacto de las pulsaciones determinan el estado general de la salud de una persona y diagnostican los posibles problemas.

Para terminar este artículo con su pizca de humor, voy a contar una historieta que aparece en uno de los libros de Svoboda, y que trata sobre la destreza en este arte: Dicen que un rey de la India era tan celoso que, en vez de permitir al médico ayurvédico tocar el pulso de la reina, ataba a la muñeca de ésta un cordón y sólo le daba a aquél licencia para, tras una cortina, reconocer el pulso sosteniendo el otro extremo del cordón.

Un día el rey, para probar la habilidad del médico, en vez de atar el cordón a la muñeca de la reina, lo ató a la pata de una búfala preñada que tenía en el establo.

–¿Qué tal se encuentra la reina? – preguntó el rey.

–Enhorabuena, majestad –respondió el médico– . La reina está esperando una saludable cría de búfalo.



Este artículo fue publicado en una versión algo más amplia en la edición impresa del nº6 de la Revista Dharma



domingo, marzo 11, 2007

Un millón de amigos


Todavía no he visto la película, pero por las críticas unánimemente adversas he tenido la voluntad de verla. (Aunque hay otras películas que también me gustaría ver, como Darshan, y no tengo tiempo).

Javier Jurdao vino a la YogaSala hace algunos meses. Me dijo: “No tengo dinero”. Yo le respondía que me ocurría lo mismo. El me aclaró que no iba a pagarme la clase, y yo le repliqué que corría como prueba gratis. Esto tiene su miga, pues se supone que en la “clase de prueba”, el alumno prueba al profesor, por mucho que el alumno sea el que se siente probado. Al final, ambos pasamos el examen, pues lo vi en buena forma y Javier me dijo que era el mejor centro de Yoga que había conocido (y había conocido no pocos), tanto por las clases como por lo encantador de la Sala. Me pareció mero cumplido, pero J. A. Montano me aclaró que Javier Jurdao podrá tener los defectos que se quiera, pero que no miente nunca (asombrosamente nunca). Lo cual constituye la valorada virtud yóguica del Satya.

Un Millón de Amigos ha sido la película sorpresa que ha inaugurado este año el Festival de Málaga. Me ha impresionado que no sólo haya sido criticada de modo negativo en todas las reseñas que he leído, sino que la crítica desaprueba todo: técnica, contenido y personajes, y esto de un modo pormenorizado, detallado y razonado. Tanta unanimidad en la crítica, sin haber visto yo la película, me hace ver que o bien realmente la película es indigesta o bien toca en alguna fibra sensible. El caso es que quiero comprobar el veredicto por mí mismo.

Respecto a la persona, más que personaje, Javier Jurdao, me parece que es alguien quizá a caballo entre la mística y la buena vida como estilo, pero sincera en su decisión de buscarse un modo de pensamiento y destino personal, que tal vez le venga de madre y padre, tal como, al parecer, se muestra en el documental. Las sociedades occidentales por un lado parecen libérrimas en las opciones que ofrecen, pero por otra parte son bastante estrictas en su organización social y económica. Parece que el protagonista de Un Millón de Amigos reta esta organización no tanto por rebeldía sino por trazar su propio destino: un destino que anda en el filo de la navaja entre la hispánica picaresca (vivimos en España, al fin) y la figura hinduista del sadhu (o místico pobre y ambulante).


sábado, marzo 10, 2007

Meteoros y Determinación


Cuando estudiaba las oposiciones a profesor de filosofía, que luego, pese a todo, aprobé, tuve que telefonear al la policía por si convencía a unos rumberos para que se fueran con su murga lejos de mi ventana. La operadora respondió: “Lo siento, señor, hay luna llena y hace terral. Todas nuestras unidades están ocupadas”. Me sorprendió lo certero del diagnóstico.


Para que no parezca que divago voy a aclarar de qué estoy hablando: de lo que nos mueve. He leído en algunos lugares que algunos maestros de meditación consideran que lo que mueve la mente en un sentido o en otro es en gran medida la alimentación. En consecuencia, en los retiros de meditación se suele seguir algún tipo de higiene alimentaria, por lo general se trata de un régimen frugal, vegetariano y sencillo. Pues se sabe que, de otro modo hay alimentos pesados que conducen al sopor, otros que son picantes y fogosos. Los hay demasiado fuertes, ácidos, amargos o dulzones, que generan humores semejantes. También están la escasez de alimentos que suele ser de signo melancólico.


Además de lo que se come, que suele variar en cada caso, existe algo que mueve a todos: la metereología y el curso de los astros. En los centros de meditación de diversas escuelas, los días de luna llena anuncian la llegada de personas infrecuentes que ese día se sienten desasosegados o movidos por esa fuerza o esplendor lunar en busca de algo indefinido. Los buscadores del espíritu también aumentan en otoño y primavera. Por la parte contraria, no tanto los días de lluvia sino en las vísperas de aguaceros o tormentas, en esos días en que algunos les duelen los huesos lastimados o las cicatrices, nos sentimos perezosos y con ganas de guarecernos en casa. Quizá sean residuos intuitivos o instintivos de cuando el humano vivía en condiciones más vecinas de la naturaleza y convenía evitar la intemperie al abrigo de la choza o la cueva.


No es algo que afecte sólo a los campos de la psicología o del espíritu sino que debería interesar al comercio. Las calles comerciales, tienen un pulso determinado que no depende sólo de los partidos internacionales de fútbol o si estamos a principios o finales de mes, según haya dinero. Hay los otros impulsos más sutiles de los astros y los meteoros.


Esto respecto a lo que nos mueve y después está lo que nos mantiene firmes: la determinación, el decidido propósito de perseverar en nuestro objetivo. A este respecto los días de tedio o de desgana son los más interesantes. Los obstáculos son las herramientas con las que se trabaja.


Hay una frase del zen que siempre me ha gustado:


“Aunque el sol salga por Occidente, el bodhisatva seguirá por su camino”.