jueves, octubre 18, 2007

y Apunte 15,SANTOS DE CARNE Y DIOSES DE PIEDRA (Cuerpo físico y cuerpo místico en el arte oriental)


Se cuenta que cuando los jesuítas llegaron al Tíbet a difundir el cristianismo, le decían a los lugareños que Cristo murió y resucitó al tercer día y ascendió a los cielos. Los tibetanos comentaban: “Eso está muy bien, también es costumbre en este país”. Por supuesto no bromeaban. Aceptaban la grandeza de Cristo, pero al mismo tiempo manifestaban la abundancia de relatos de portentos que existe en el Tíbet, al igual que ocurre en la India.

En la India concepto o la figura de Dios encarnado es algo relativamente frecuenta: recibe el nombre de Bhagavan. Sólo en los tiempos recientes pueden mencionarse algunas de estas personalidades cuasi unánimemente aceptadas en el país como encarnaciones divinas: Ramakishna, Ramana Maharshi y Anandamayee Ma.

Al estudiar la llamada cultura de Mohenjo-Daro, la civilización más antigua de la India, que data del tercer milenio a.C, los arqueólogos se sorprenden de dos aspectos en cuanto a la espiritualidad de sus habitantes:

1º Las ruinas de las ciudades carecen de templos reconocibles como tales, y

2º No hay imágenes reconocibles como dioses a excepción de unos pequeños sellos que supuestamente representan a Siva Pasupati, o señor de las bestias, que adopta una posición yógica clásica. También hay terracotas, difícilmente identificables como dioses, pero que igualmente adoptan conocidas posturas de Yoga.

La explicación de estas singularidades históricas puede explicarse por el fenómeno de las encarnaciones divinas que hemos mencionado. Cuando se puede ver y escuchar a Dios mismo hecho carne, no se precisan ni templos ni imágenes sagradas, por mucho que se las respete o venere. Suele acontecer que, cuando muere uno de estos seres divinos, es cuando comienza a construirse los templo y los santuarios en su honor, para comenzar los que albergan sus reliquias. Y allí, disuelto el cuerpo, reducido a huesos y ceniza, es donde se crean las imágenes que retratan al personaje divino en alguna de las poses características que lo animaban. Recientemente es lo que ha pasado con las personalidades de la India que hemos citado. Históricamente es lo que sucedió con, por ejemplo, Mahavira o Buda.

Finalmente no es el propio Buda histórico lo que se venera en su imagen, sino su postura física y sus gestos característicos, de modo que en esa misma posición se venera a otras personalidades que le suceden en su linaje.

Esto nos recuerda lo que decía Aristóteles respecto al alma, que es, según el filósofo ateniense, la forma del cuerpo, y podríamos decir que también las posiciones y las figuras que adopta. Alma o ánima es lo que anima, lo que da movimiento al cuerpo, es también lo que podríamos llamar cuerpo místico lo que da vida a las personalidades sagradas que las imágenes del arte oriental retratan, que cada cual puede figurarse en la mente o realizar con su propio cuerpo, el movimiento interior y sutil de los budas o Shiva en su danza.

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Este escrito es parte del borrador de la conferencia ofrecida en las II Jornadas de Arte Moderno y Contemporáneo sobre el cuerpo en el arte, organizadas y publicadas por el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, Sevilla

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