viernes, marzo 12, 2010

Después del éxtasis, la colada.

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La historia comienza cuando en una reunión de maestros de distintas tradiciones albergados por el Dalai Lama, alguien comienza a sincerarse sobre sus problemas personales. De repente se inicia una puesta en común sobre asuntos terrenales y familiares, problemas de economía doméstica, dificultades con la pareja o con los hijos....

Parece que la iluminación o la búsqueda o aproximación a la misma no nos libera de estas tareas (y emociones) mundanas de la que tienen que ocuparse finalmente todas las personas. Es más, o bien son parte de la búsqueda espiritual o bien son la pista de aterrizaje o despegue que tenemos que adecuar antes de lanzarnos en pos de un más allá del más allá.

Ahí se plantea la necesidad del trabajo con la propia trayectoria vital, es decir, nuestra esencia profunda, o sea, la terapia. Me recuerda también el principio del libro Gran mente, Gran corazón de Dennis Genpo Merzel, donde en un Dojo Zen en California, la atmósfera estaba tan difícil que tuvieron que llamar a una pareja de psicoterapeutas.

Aquí se hace verdadero también el lema de Fritz Perls, el fundador de la Terapia Gestalt, "un método demasiado bueno, como para ser usado sólo como sanación para neuróticos". Importante observación en un mundo donde pocos consideran necesitar un trabajo así.

Entonces ¿para qué seguir acarreando pesadas cargas que vienen de lejos? Aunque Alexander Lowen considerara que los 40 años es una buena edad para comenzar con las terapias, en mi opinión, es mejor cuanto antes. 

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