lunes, diciembre 01, 2014

"Niños en peligro por la sobremedicación psiquiátrica" Artículo completo de Joaquín G Weil

https://www.youtube.com/watch?v=SzdGrUcc_bQ&gl=ES&hl=es

"Son los clientes ideales para las farmacéuticas porque si llegas a ellos los tienes para toda la vida". Dice el psiquiatra norteamericano, el Dr. Allen Frances en un reciente reportaje en el diario El Mundo, hablando sobre la aparente (y falsa) epidemia de la así llamada hiperactividad y síndrome de déficit de atención,


Como explica este psiquiatra en su libro, "gran parte del incremento de casos de TDAH es el resultado de falsos positivos en niños a los que les iría mucho mejor sin ser diagnosticados". E insiste a este periódico: "Nos estamos gastando en EEUU unos 10.000 millones de dólares al año en fármacos para el TDAH para tratar a muchos niños que realmente no tienen ese problema y que están teniendo dificultades por culpa de aulas caóticas. Al empequeñecerse los presupuestos para educación, se quitó de en medio en muchos colegios a los profesores de gimnasia. Es mejor gastarse el dinero en colegios que maldiagnosticar a los niños y tratarles con medicinas caras".

El mencionado reportaje se titula "Las pastillas matan más que las drogas (ilegales)", con lo que, por responsabilidad y atención y cuidado de los niños considero que padres, docentes y sanitarios tendrían que pensárselo bien antes de administrar ese tipo de medicamentos a los niños. Considero que el bienestar e incluso la vida de los niños comienza a estar en serio peligro por esta causa.

Este asunto me recuerda la historia aquella de la madre que llevaba a su niño de especialista en especialista debido al dichoso asunto de la así llamada "hiperactividad", hasta que un psicólogo por fin acierta: "Su hijo no es hiperactivo, es un bailarín".

Imaginémosnos por un momento el suplicio que tiene que ser para un futuro bailarín pasar seis o siete horas sentados al día, precisamente por la mañana cuando más es la energía y precisamente siendo niños, cuando también mayor es la energía. Así ocurre con todos los niños.

Los enfermos no son los niños, ni de hiperactividad, ni de síndrome de deficiencia de la atención ni de nada. Sino que el enfermo es el sistema educativo que no atiende a las necesidades de los niños.

"You may say I'm a dreamer..." (Puedes decir que soy un soñador) que decía John Lennon en su célebre canción Imagine, "but I'm not the only one" (Pero no soy el único). Tengo una fé sincera en que tarde o temprano el sistema educativo cambiará, un tanto en el sentido que apuntaba la pedagoga italiana María Montessori, y otros pedagogos como Mauricio y Rebecca Wild, entre otros tantos, que estudian y reconocen las recesidades reales y naturales de los niños.

Ya no se trata de comprender y aceptar la neurodiversidad de los seres humanos sin procurar aniquilarla por la vía química o como sea, sino de aceptar sencillamente lo normal. Y lo normal y natural es que un niño quiera jugar y moverse, tanto más cuanto más pequeño.

Muchos padres han caído en una espiral histérica que quiere exorcisar sus propias ansiedades económicas y sufrimientos sociales a fuer de una pretendida formación exigente de sus hijos, donde hay una inútil carrera en que aprendan antes a leer y escribir, saber idiomas, etc. Llegando en ocasiones al chiste real de guarderías que ofrecen clases de inglés e informáticas para bebés (¿?).

Que un niño no preste atención en ante un tocho indigesto y frente a un profesor desmotivado y aburrido, en un entorno gris de paredes y patios de cemento, es algo natural.

Cada vez somos más los padres y educadores que nos planteamos cómo sería una educación más respetuosa, natural y mejor para nuestros hijos lejos de la simpleza de que cuanto antes, cuanto más cantidad mejor. ¿Dónde está el límite? Cuando éramos niños (en los años 60), lo normal era comenzar a leer a los 6 o 7 años. Hoy en día parece que ninguna precocidad satisface a padres y docentes que consideran que lo normal es lo que antes sería considerado una atracción de feria.

No digo todo esto como hipótesis o especulación, sino porque conozco diversos casos de niños, o personas que habiendo sido declarados "hiperactivos", sin medicación ni nada semejante o escapando del sistema educativo convencional, lograron luego ser personas de provecho e incluso brillantes.

Qué mundo el nuestro donde lo considerado "alternativo" es lo natural y debería ser normal, y, por otra parte, lo convencional es bastante extraño.

Sobre todo, no permitamos que los intereses económicos de editoriales del sector de la enseñanza y las industrias farmaceúticas se lucren a costa del bienestar de nuestros niños.

Joaquín G Weil

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