martes, septiembre 13, 2005

Fiestas a la india


Rishikesh, 10-9-05

Llegan los peregrinos por decenas o centerares llenando el ashram de bullicio, autobuses y, en fin, humanidad. También cae un estruendoso aguacero en la madrugada. Un religioso maraj con las barbas y el cabello blanco, que recién concluye sus salmodias al dios Ganesh situado bajo el baniano, comparte conmigo su café, café que llegó con los peregrinos de Tamil Nadu. Me habla en el idioma suyo, el que sea, y un señor se acerca a traducírmelo en hindi. En estos casos me lanzo a hablarles en español directo.

También llegaron con los yatras (peregrinos) cinco o seis cocineros con sus fogones de quita y pon, sus perolas, sus avíos de cocina y, creo, hasta la compra hecha. Establecen en el porche su cocina de campaña. Es día de Prashad (donación), en honor de Ganesh o por el motivo que sea. Hoy tenemos además decenas de santos invitados. Uno de ellos vivie en el ashram mismo. Es un anciano alto y misterioso vestido con lungi (pareo) naranja con barbas etrecanas y los ojos muy grandes y algo tristoños. Nunca abre la boca ni aún para saludar con el sempiterno "hari om" de los religiosos. Sin embargo, cuando llego apurado pedaleando al ashram, me pregunta la hora. Se la digo y me responde: "too late". Sí señor, aquí los asuntos del almuerzo se los toman en serio.

Hubiera dicho que la comida del ashram es frugal, pero como las fiestas se suceden y los yatras nos obsequian, pues siempre anda uno con la barriga razonablemente llena.

El otro día en el "bandharan" (convite) de swami-ji, a decir de él mismo, el plato fuerte fué la exhibición de yogasanas. También hubo elocuentes discursos delos grandes swamis. Estaban santos con sus aderezos coloridos de naranja y de sus trenzas rastas, sus moños o cabezas rapadas.
No es que la India sea hippy, sino que los hippies mimetizaron de la India esa estética de desenfado y fantasía, como esos peñones en el lecho del Ganges, que los devotos decoran con motivos que llamaríamos psiquedélicos.

Igual que las diversiones indias son patéticas cuando imitan el Occidente del wiskie y el tabacazo, las fiestas propiamente indias, sobre todo las religiosas, resultan exhilarantes. El fuego de la puja (ritual) que se eleva sobre las cabezas, el canto viril y ronco del coro de muchachos, las girnaldas de caléndulas y la lluvia de pétalos de rosa, el hisopo enérico y el elevarse de todas las manos al final en busca del humo sagrado y perfumado o arriba hacia lo alto en un grito, todo es de un "spirit" que para sí quisieran los conciertos de rock.

Aquí se come con el mudra de la mano, sin cubiertos, sobre platos de hojas. Y luego, concluída la cena, me uno con mi bicileta a un pelotón de mahatmas (grandes espíritus) vestidos de naranja.

La India te invita y te convida (con-vida). Es un eco, una resonancia mayor de lo que encontramos en nuestras vidas de diario, al otro lado del aeropuerto, (viaje mágico). No sé si terapia o purgatorio en el mundo-otro.
Después de acercarme a los baños del Ganges, regreso al ashram pedaleando en mitad de la lluvia cálida del monzón, de un templo cercano se me engancha en la memoria una letanía del dios Rama o del dios Shiva. Vengo cantando todo el camino. No todos los días son así, pero hoy es día de entusiasmo. Se me acerca en el ashram un joven tamil que me pregunta si me he bañado en el sagrado río. Y, de una manera parecida a como me hablaron una vez en Brasil, me dice que tengo un buen karma (mérito o destino). Todavía hay, viajeros recientes, quien me pregunta por qué me gusta la India.

Foto: Musicos en el 16º Aniversario del Yoga Study Center

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