miércoles, noviembre 09, 2005

YOGA: EL PODER DE LA ORACIÓN

Las personas somos la puerta que comunica el mundo espiritual con el terrenal. Y vale que la palabra “espiritual” es un mero nombre, en ocasiones una etiqueta a la que se ha recurrido en exceso. En cualquier caso, más o menos todos acordamos en lo que nos referimos: esa esfera o plano mágico que queda más allá de los conceptos lógicos habituales.

La oración es la llave que comunica ambos planos de nuestra existencia vital. Es común que las personas utilicemos esta llave, la oración, para que (de un modo mágico) se produzcan en el plano material beneficios para cada cual o para otros. Y también alejar desdichas. Este uso de la oración quizá sea cierto, pero existe otro uso que es mucho más interesante.

El las culturas asiáticas de influencia india se considera que la ley (espiritual) que rige el universo es la ley del “karma”, que en español podríamos llamar “destino” o “merecimiento”, o sintetizando “el destino de acuerdo a nuestros méritos”.

Esta doctrina del karma de nuevo comunica ambos planos, el terreno y el espiritual, pues sostiene que, de algún modo, las acciones humanas, incluídas las palabras y el pensamiento se depositan como semillas en la esfera espiritual y luego de alguna manera retornan a brotar en nuestra vida o nuestro ámbito terreno.

Puede que esta doctrina sea un pensamiento mágico, pero también hay que reconocer que la creencia en el “azar” que sontiene el pensamiento científico o racional no es menos mágico: que, fuera de las leyes científicas enunciadas, las cosas pueden suceder de un modo o de otro indistintamente. Contraviene con claridad “el principio de razón suficiente” que enunciara Schopenhauer.

El primer uso de la oración, que hemos mencionado, pretende superar o eludir la ley del karma, de modo que, convocando a las potencias superiores, se obtengan beneficios o se eviten perjuicios prescindiendo de los méritos de nuestras acciones para lograrlo.

Si la ley del karma verdaderamente rige el Universo, lo más sensato y, sin duda, efectivo sería convocar a las divinidades o las potencias superiores o a Dios para que nos ayuden a sembrar las buenas semillas kármicas de lo que venga en el futuro. Que nos ayuden a desterrar de nuestro pensamiento, palabras y acciones lo que no es bueno y que nos traigan lo mejor: paz interior, perdón, armonía, generosidad, comprensión, etc.

De este modo no tanto alzar invocaciones para modificar el Universo a nuestro favor, sino claridad y fuerza para conducirnos siquiera dentro de nosotros mismos, que no es tarea fácil. En otros términos: conocernos mejor a nosotros mismos y liberarnos del ego. Convertirnos en eco.

Respecto al karma hay una historia que resulta interesante, es el encuentro de Bodidarma con el Emperador de la China. Cuando éste le enumeró sus muchas buenas acciones, el famoso monje indio le respondió: “ningún mérito”. O sea, el mejor karma que pueda obtenerse está ya al alcance de la mano.

Practicar Yoga es también un buen “karma”, una buena acción, que es lo que significa “karma” en sánscrito. Practicar Yoga es también, sin palabras, un modo de oración.

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